
Cuando el dolor muscular no es lo que parece
¿Alguna vez has sentido un dolor muscular que no desaparece, por más que te estires, masajees o descanses? Puede que estés mirando en la dirección equivocada. El culpable podría no ser el músculo en sí, sino ese tejido misterioso y fascinante que lo envuelve: la fascia.
Sí, la fascia otra vez. Ya sabemos que es como el director de orquesta de tu cuerpo, pero hoy vamos a centrarnos en su papel como «disfraz maestro». A veces, lo que parece un dolor muscular es en realidad una fascia tensa o bloqueada. Y aquí viene la buena noticia: si liberas la fascia, el dolor puede desaparecer como por arte de magia.
¿Listo para descubrir cómo la fascia puede engañarte y cómo puedes devolverle la armonía a tu cuerpo? ¡Vamos allá!
¿Por qué el dolor de la fascia puede confundirse con dolor muscular?
La fascia y los músculos están íntimamente conectados. De hecho, la fascia envuelve cada fibra muscular, como una segunda piel que les da soporte y les permite deslizarse suavemente. Pero cuando la fascia se tensa o se inflama, puede generar dolor que se siente como si viniera del músculo.
Aquí tienes algunas razones por las que la fascia puede ser la responsable de ese dolor:
- Adherencias fasciales: Cuando la fascia se pega a sí misma o a los tejidos adyacentes, puede limitar el movimiento y generar dolor. Imagina una cremallera atascada: por mucho que intentes moverla, no funciona bien hasta que la liberas.
- Inflamación fascial: Cuando el tejido de la fascia se inflama: duele, y mucho. Esto puede ocurrir por sobreuso, malas posturas o incluso por estrés emocional (sí, la fascia también almacena energía emocional).
- Tensión recíproca: De esto ya te he hablado. Si tenemos una tensión del tejido fascial con adherencias en una zona, por un lado va limitar el movimiento del cuerpo, como si nos pusiéramos una faja, y a la vez va a mantener tirante ese tejido fascial en las zonas adyacentes. Recuerda que es un tejido que interconecta todo el cuerpo, y una tensión de la fascia de un costado (de la que no nos damos cuenta porque no duele) va a provocar dolor en el hombro contrario.
A veces, la fascia no duele directamente, pero sus adherencias pueden ser las responsables indirectas de esa tensión muscular que no te deja en paz. Imagina llevar una camisa demasiado ajustada: aunque no te haga daño directamente, al limitar tu movimiento, termina generando tensión en otras partes del cuerpo.

Cómo saber si tu dolor es fascial (y no muscular)
- El dolor es difuso: A diferencia del dolor muscular, que suele estar localizado, el dolor fascial tiende a ser más amplio y menos específico.
- El dolor empeora con la inactividad: Si te duele más después de estar sentado o quieto durante mucho tiempo, podría ser la fascia.
- El dolor mejora con el movimiento suave: La fascia responde bien al movimiento lento y consciente, como los estiramientos o el yoga.
Cómo liberar la fascia y aliviar el dolor
Si sospechas que tu dolor es fascial, aquí tienes algunas formas de liberar la tensión:
- Movimiento consciente: Practica yoga, tai chi o estiramientos suaves y sostenidos.
- Autoliberación miofascial: Usa un foam roller o una pelota de masaje para liberar tensiones. ¡Ojo! Hazlo con suavidad; la fascia no necesita fuerza, sino atención.
- Terapias profesionales: Considera una sesión de fascioterapia o tratamiento de liberación miofascial para trabajar bloqueos profundos.
La fascia, esa gran desconocida
La fascia es como ese personaje secundario que, en realidad, es el protagonista de la película. Aunque a menudo pasa desapercibida, tiene un papel crucial en tu bienestar. Si tienes un dolor muscular que no desaparece, quizás sea hora de mirar más allá y preguntarte: ¿será la fascia?
En Soul to Soul, estamos aquí para ayudarte a reconectar con tu cuerpo y liberar tensiones fasciales y emocionales.
Si quieres saber más o probar una sesión de fascioterapia, ¡no dudes en contactarnos!